lunes, 22 de agosto de 2011

Despedidas

Decir adiós cuando no quires hacerlo es la cosa más mierda que se puede sentir cuando se ama. Es como si alguien más decidiera el final del libro que tu escribes y cuándo terminarlo. Nunca le dije lo que realmente sentía por él. Tampoco se lo demostré, pensé que tendría el tiempo del mundo para hacerlo. Absurdo.



Sí, precisamente fue eso lo que sucedió. Él solo pensó en el tiempo. Todo lo que escuché salir de su boca fue pasado y futuro: un pasado que piensa no he dejado atrás y un futuro en que éste se entromete. Mientras no me mira, tengo en mente las palabras hirientes que me han traído a este momento.



No lo sabe pero se lleva mi vida con cada gesto de desgana, de decepción. Yo no sé qué decir, creo que lo he dicho todo. Mientras no me toca, se me ocurre que la historia de las historias más importantes de mi vida extrañamente culmina siempre en el adiós forzado, con el que no estoy conforme. Ese adiós que odio tanto, que me persigue y que nunca más volverá a mí. Nunca.



Sigo frente a él y pienso que todo es mi culpa. Sentir era un riesgo que no me quería permitir y sin embargo, sucedió.



Lo entiendo, mi mente comprende sus razones pero mi estómago se resiste a ellas. Nunca he sido muy normal con las emociones. Mi corazón no siente nada pero mi estómago responde a cada estímulo de ellas. Ahora mismo me mata el maldito, ahora mismo que lo veo partir.



Mientras no me abraza, reflexiono. Mis ojos lo miran, puedo oler su perfume y hasta su molestia pero hace unos días que ya no está más conmigo.



Bajo la mirada. Recuerdo el final feliz de aquel libro que leí. Marlena y su Jacob, juntos. A pesar del tiempo, a pesar de las obsesiones ajenas, a pesar del clima, del poco dinero, del pasado doloroso y del futuro incierto. Juntos. Odio su final feliz. Eso nunca sucede, por lo menos nunca conmigo. Todo eso en mi mente mientras no le grito cuanto lo quiero y lo que me hubiera encantado ser su final feliz...



Menos tranquila en la comodidad de mi habitación, vuelvo a pensar en él y les concedo menos ira a los triunfantes amantes. Jacob y Marlena lo merecen. Todo en ellos fue quererse: sentir y nada más. Pero eso es de los años que ya no existen. Querer ya no es suficiente para nada.



Envidio tanto su despedida. Al llegar la vejez, y con ella la muerte, no le queda de otra al amor. Solo así debría suceder. Absurdo.



Mientras no estás, pienso que seguiré leyendo páginas con destino feliz, es inevitable. También pienso que yo no soy ella y tú no eres él...en mi realidad, el tiempo y la distancia siempre ganan.



No sé bien qué día es hoy. Seguramente el primero de muchos en que no estarás...